Consumo

31 enero, 2019

Hola a todos. Hoy os traigo una noticia que me ha llamado la atención, y una reflexión sobre ella, que he extraido del programa de La Rosa de los Vientos.

En Londres ha abierto sus puertas "La escuela de la vida". Se trata de un club que intenta fortalecer la necesidad de cultivar la mente por placer. Uno de sus primeros socios señala lo siguiente:

"... antes trabajaba y socializaba, pero no me paraba a pensar. Cuando me cansé de consumir productos y servicios, empecé a consumir experiencias."

No es una excepción. Cada vez hay más colectivos de este tipo. Y aunque no deja de ser cierto que este tipo de asociaciones fomenta un nuevo tipo de consumo, se apoya en pilares y principios que son perfectamente válidos.

En anteriores décadas,consumir, ser propietario, tener y poseer se había convertido en sinónimo de libertad. Y nada más lejos de la realidad, porque libertad es vivir sin ser dirigidos y consumir sin que nos señalen en que dirección hacerlo, y mucho menos asegurarnos que eso es la felicidad.

Crisis como la que estamos pasando, podrían ser una oportunidad para romper con esos principios con los que vivimos, que no son mas que los principios del consumismo como columna vertebral del sistema. La quimera a la que aspiran los que manejan los hilos del mundo para que la crisis finalice es precisamente que la columna vertebral siga en ese lugar. Se busca que, tras este naufragio global, todo vuelva a ser igual. Por eso nos dicen que la recuperación de la crisis se tiene que valorar en función de la recuperación del consumo.

De momento, quizá no haya otro remedio. Pero es hora de abrir un debate, y pensar que la crisis financiera puede enfrentarse también desde el optimismo por cambiar la base de la sociedad. El consumismo sobre el que se basa este mundo nos consume sin darnos cuenta. Nos consume tanto, que hemos llegado a pensar que solo se saldrá de la crisis en función del nivel de satisfacción que nos produce aquello que podemos canjear por dinero.

La economía tal y como la entedemos hoy potencia el valor instantáneo de las cosas, define la categoria de las posesiones en función de parámetros que nada tienen que ver con el bienestar que generan. Mide el valor de las cosas según un código de barras, y no de acuerdo al valor real que tienen. Y el valor real de las cosas es el que tienen para nutrirnos la mente. Darnos cuenta de eso podría ser un buen camino para corregir la fiebre de codicia en la que nos hemos sumergido. Salir de la crisis igual no significa volver a esa fiebre, y quizá mientras salimos de ella podemos comenzar a percibir que disfrutar de las experiencias, de la vida, de la conversación, del debate, de la lectura, del conocimiento, de la música, o, porque no, del BertoBlog (jeje), es mucho más satisfactorio que firmar nuestra última compra con una tarjeta de crédito.

Un saludo a tod@s.

Berto.